Agosto, el mes de la Pachamama: ¿cómo se celebra?
Hoy inicia un mes de tradición, ritos, cultos y ceremonias para honrar a la madre tierra
Cada primero de agosto inicia un mes de tradición, ritos, cultos y ceremonias para honrar a la Pachamama, concepto que en quechua significa «universo, mundo, tiempo, lugar» y «madre».
«Muchos no celebran la Pachamama, este ritual se acostumbra más en el norte del país, y es parte de la cultura milenaria, Pacha Mama. Agosto es tiempo de sementera, hay que agasajar a la madre tierra para que ésta fructifique. Si lo graficamos en el mundo, en el norte, llega el otoño; en el sur, la primavera, y hay que disponer la tierra para que sea favorable. En estas latitudes, agosto y parte de septiembre, están consagrados a la Pacha Mama», explica Anita Aldape de la provincia de Jujuy en diálogo con Hablando Claro.
En el noroeste de Argentina, Bolivia, Ecuador y Perú, se multiplican los rituales y su práctica se mezcla con las nuevas creencias impuestas.
Desde niña, Anita observaba cómo sus abuelos ofrendaban a la tierra, comidas y bebidas elaboradas a base de maíz, papas, carnes asadas y hervidas, tamales, empanadas, pan y alcohol.
«Siempre añoraba poder hacer lo mismo, todavía me recuerdo con los ojos admirados de ver esa ceremonia, emocionada. Mis papás hacían en casa un agradecimiento simbólico, y siempre deseaba poder hacerlo yo en mí propia casa», expresa.
El día que tuvo su primer casa, planificó hacer un agradeciendo «con abundancias por agradecer a la madre tierra todo lo recibido y bendito». Anita cuenta que unos meses antes de la celebración tuvo una gran pérdida, «me replanteé muchas cosas, sin embargo entendí que la tierra es bendita, la naturaleza es sabía y llegado el mes de agosto agradecí la vida. No fue el festejo deseado, pero desde allí, todos los años, espero agosto.»
En este mes de celebración, Anita con sus hijos adornan los árboles, planifican las comidas y bebidas para ofrendar. «A las comidas típicas le agregamos los alimentos que ellos consumen, leche, fruta y dulces».
El día de la celebración implica una serie de pasos. «Mi papá es el primero en llegar a casa, me ayuda a preparar la corpachada (ofrenda) a los pies de un ceibo, abre el agujero que durante el año permaneció cerrado, remueve la tierra, en silencio arroja un aguayo a la tierra, llena de serpentina el espacio, y prepara las brazas a las que arroja, mirra, coba, inciensos, romero, y se sauma todos los rincones de la casa y alrededor», relata.
También, se pide permiso a los invitados para saumarlos. Esto significa ahuyentar las malas energías, limpiar y purificar las casas y que nos vaya bien a todos.
«Los invitados son muy especiales porque fueron los que estuvieron cerca tuyo. Es de alguna manera decirles gracias y que la madre tierra les de el doble de lo que has dado con tu compañía», explica.
En el actual contexto de pandemia de coronavirus, esta celebración será diferente. A pesar del virus, para ella la lección es grande: «replantearnos que le estamos haciendo a la tierra con la contaminación, la insensibilidad, la falta de empatía, el individualismo. Hay que agradecer la vida y la vida de nuestros seres queridos, el alimento que llega a nuestras mesas y el que sale de la tierra. Hay que colmar las manos de abundancia y ofrecerlas por los que no tienen».
La lección será después de que esto pasé. «¿Qué aprendimos? ¿Qué queremos aportar a nuestra tierra y a las personas con las que día a día nos cruzamos y pasamos por su lado como entes, apurados, chocándonos? El otro también soy yo», reflexiona.
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