Consentir las prácticas ginecológicas es un derecho de las pacientes

"Me obligaron", "yo no quería", "no entiendo por qué me tienen que tocar", "ya lo sabe todo el mundo"; relatos de mujeres que visibilizan situaciones de violencia obstétrica y desinformación en torno al derecho de salud sexual y reproductiva

Muchos debates se originaron a raíz de una denuncia penal al médico Spiro Dellisanti, por presunto abuso sexual con acceso carnal, en el centro de Salud de Río Primero. A tres meses del hecho, la Fiscal a cargo de la causa, Alicia Chirino, ordenó la prisión preventiva del médico y continúan las investigaciones judiciales. Sin embargo, fuera de estas actuaciones, la denuncia sacó a la luz un abanico de experiencias acerca del acceso a la salud sexual y reproductiva de las mujeres del interior de la provincia.

Diversas opiniones de mujeres en las redes sociales «evaluaron» la atención en las localidades del interior, con expresiones en torno a la falta de confidencialidad en la consulta, la información brindada y el trato que reciben o recibieron, en algún consultorio ginecológico del basto departamento Río Primero.

Se dio como una suerte de reflexión masiva, el consultorio ginecológico se abrió de par en par y se llevó a una escena pública, en donde un centenar de mujeres dieron cuenta de experiencias, muchas veces silenciadas por vergüenza, o por naturalizar «que es así».

«Estaba con dolores de parto y yo lloraba porque no aguantaba más y la enfermera me dijo: bancatela para que abriste las piernas». Contaba una joven mamá que tuvo a su hijo en el Hospital Regional.

«Me dijeron que si o sí me hacían cesárea y yo no tenía ninguna complicación. Es más yo no quería ir a cesárea porque estaba sola para manejarme. Nunca respetaron mi decisión», relataba otra mujer.

«Vas al ginecólogo y todos se enteran de todo, desde el de administración hasta el que limpia».

«Fui con dolores renales, recuerdo que tenía 17 años, me internaron y cuando abrí los ojos tenía a cuatro médicos que me presionaban para que dijera que estaba embarazada, cuando ni siquiera tenía relaciones. Una médica me hizo un tacto al frente de todos ellos, y nunca me creyeron», es otro de los fuertes testimonios que circularon cuando se conoció la denuncia a Dellisanti.

Entre desinformación y casos de violencia obstétrica muchas mujeres pusieron en palabras sus vivencias, que también cabe destacar, hubo buenas críticas a médicos puntuales por la atención brindada. Pero sin lugar a dudas, la crítica no se centralizó en un único espacio de salud, sino que apuntó a todo el sistema público.

En este sentido, la médica ginecóloga Verónica Rodríguez, en conversación con Hablando Claro resalta que «toda práctica con el cuerpo de otra persona necesita su consentimiento». Además agrega que quien requiera atención por algún motivo de consulta, incluso en emergencia, debe recibir información acerca de cada procedimiento que se le vaya a practicar.

Entre el consentimiento de cada paciente y las prácticas médicas, Rodríguez destaca que no es una elección de cada profesional informar, sino que están obligados a hacerlo por ley. De allí es el/la paciente quien da lugar, o no, a realizar el procedimiento y los profesionales tienen mecanismos para protegerse.

«Estamos acostumbrados a ir a médico a que nos resuelva un problema y nos quedamos con eso, con que el profesional sabe y tiene la razón», apunta, y agrega: «a nosotros, los profesionales de la salud, nos pone en una disyuntiva muy profunda e incómoda, porque cuestionar nuestras propias prácticas no resulta fácil. Sin embargo, debería ser lo regular».

La médica destaca dos puntos relevantes: por un lado, la garantía del acceso a los servicios de salud en todo el arco de derechos que eso implica. Y por otro, «pensarnos, desde el sistema sanitario como servicios públicos de salud y de calidad. Uno debería, como parte del sistema público de salud, brindar la mejor atención posible, con el estándar que tiene que ser».

Para Rodríguez el sistema sanitario debe reflexionar acerca de qué tipo de atención considera digna para las personas a las que asiste.

«Es cierto que en la práctica hacemos lo que mejor podemos, con los recursos que tenemos, pero también hay que pensar de forma crítica qué tipo de servicio estamos ofreciendo. Desde qué paradigma nos paramos para decir qué concepción de persona, creo yo, que se atiende en este sector. Lo que consideramos como digno de ser atendido o no, en función de eso elegimos la calidad de práctica que hacemos», plantea.

La médica considera que hay un doble ciego, por un lado, «el médico sabe». Por otro, la persona que va a requerir asistencia al sistema de salud piensa igual: «que no sabe nada, va y entrega el cuerpo sin preguntar muchas cosas». 

«La mayoría de las personas que yo atiendo, no tiene idea del derecho que las ampara, no solamente las personas en estado de vulnerabilidad social. El que tiene una prepaga no lo sabe. Por ejemplo que el plan médico obligatorio cubre el 100% de anticonceptivos, tratamientos de fertilidad y tantas otras cuestiones que están previstas por ley«.

Verónica piensa y comenta que el consultorio no debe ser un lugar de imposición, sino de contención:

«Me sirvió mucho pensar al consultorio como un ámbito de negociación y de escucha. Me voy a encontrar con una persona que me va a interpelar porque me trae una situación para que yo solucione».

Aunque el profesional tenga el poder de resolver esa situación, «el cuerpo del otro es del otro, no puedo invadirlo», afirma la médica y aclara que al realizar un tacto vaginal o cualquier otro procedimiento se debe contar con el consentimiento del paciente.

«No hay que dejar de ir al consultorio, sino que hay que conocer y preguntar para qué me realizan cuál o tal práctica. El profesional debe informar todo acerca de cada procedimiento y no puede bajo ninguna circunstancia obligar al paciente a nada», concluye la médica Verónica Rodríguez.

Preguntar, informarse y buscar apoyo son tres pilares básicos que también son válidos en los espacios íntimos. El acceso a la salud incluye al consentimiento del contacto físico en niños, niñas, adolescentes y mayores de edad. En el consultorio ginecológico también ¡no es no!

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