Güemes, mucho más que un barrio de Córdoba

No se sabe muy bien por qué el barrio Güemes fue nombrado en honor al prócer. Quizás fue por la fecha en la que se lo bautizó, o quizás también para reivindicar al héroe gaucho que murió tras ser traicionado por la oligarquía lugareña. Lo cierto es que tanto el barrio como el prócer son dueños de una mística particular.

Historia

Decir Güemes en Córdoba es decir arte. Es también decir cultura, música y reunión. Es pensar en feria y antigüedades, en artistas callejeros y espectáculos al aire libre.

Su impronta actual se fue forjando a través de los años, desde que en 1862 se creó la Plaza de Carretas, un espacio donde los comerciantes provenientes del Alto Perú hacían sus negocios. «Como estaba la Cañada en esa zona, era donde las carretas se detenían y aprovechaban para que los caballos tomen agua y descansen», detalla a Hablando Claro Eugenia Gordillo, presidenta de Centro Vecinal.

«Además, era zona de oficios. Estaban los talabarteros, los que arreglaban las ruedas de las carretas, los carpinteros», agrega Eugenia. No es casualidad que los primeros sindicatos de Córdoba hayan surgido entre estas calles.

En aquella época, la zona estaba conformada por dos parajes: Pueblo Nuevo y el Abrojal. Mientras el primero era conocio por su espíritu laborioso, el segundo llevaba el sello de sus leyendas cuchilleras. Recién en 1925, fueron fusionados bajo el nombre de Pueblo Güemes.

Para que eso ocurra, fue necesaria una expansión que vino de la mano de los inmigrantes, lo que obligó la construcción de conventillos y rancheríos. Además, en 1889, el intendente Luis Revol resolvió construir 60 casas de inquilinato en el predio donde funcionaba la vieja Plaza de las Carretas. En ese entonces, la cultura y la vida social empezó a desarrollarse alrededor de un comercio llamado Casa de Pepino, que actualmente funciona como museo y centro cultural, en la esquina de Fructuoso Rivera y Belgrano.

Las casas de inquilinato son un ícono del barrio. Fueron construidas en 1889 para albergar a los inmigrantes que llegaban a la ciudad

Crecimiento

Tras un período signado por la degradación, comenzó a gestarse uno de los símbolos más representativos del barrio: los anticuarios. «Antes, en muchas de las casonas viejas de la zona había galpones con objetos que se obtenían de las casas que destruían para construir edificios. Las empresas de demolición tenían sus depósitos y ahí llevaban todas las aberturas antiguas, las rejas, todo lo que sacaban», relata Eugenia, quien reside en el barrio desde hace 25 años.

De esta manera, con la revalorización de la Cañada y tras el boom de los edificios en la zona y la llegada de más residentes, la gente empezó a visitar esos espacios como actividad recreativa.

«Ellos abrían los sábados y domingos, entonces la gente iba y recorría y empezaban a comprar esas cosas. Después los anticuarios empezaron a poner locales, hasta que terminaron cortando el pasaje Revol e inauguraron una feria de antiguedades al igual que San Telmo. Debe haber habido cinco puestos nomás y no iba mucha gente, pero así empezó la feria de artesanos», continua Eugenia.

Luego, durante el gobierno de Rubén Marti, se rescataron las casas de inquilinato para revalorizarlas y devolverles el espíritu de antaño. «El arquitecto Miguel Ángel Roca, que fue el mismo que construyó todos los CPC de Córdoba, demolió las partes internas de esas viviendas pero dejó las fachadas, y así nace el Paseo de las Artes como se ve hoy», cuenta Eugenia.

Para ella, Martín Miguel de Güemes y el barrio Güemes de Córdoba representan «la historia criolla». «Los dos tienen mucho de autóctono, de argentinidad. Representan la identidad de los criollos», resalta.

En la actualidad, Güemes «es parte del circuito turístico histórico y del patrimonio tangible e intangible de la ciudad», tal como describe Miguel Siciliano, secretario de Gobierno de la Municipalidad, en diálogo con Hablando Claro.

Y agrega: «Güemes aparece como el claro escenario del turista externo; ya sea de la provincia, de la Argentina o del exterior, que tiene como recorrido obligado pasar por su oferta gastronómica. Pero Güemes hoy no es solamente un polo de bares, sino esencialmente un polo cultural de la ciudad».

El barrio Güemes no pasa de moda, siempre se reinventa y año a año sigue siendo el núcleo donde artesanos, artistas y feriantes se encuentran para dar vida a la ciudad de una manera muy especial. Sus calles siguen siendo un espacio de expresión social y cultural, de rebeldía y lucha ante el poder dominante, como si la esencia del prócer estuviera impregnada allí.

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